jueves, mayo 06, 2004

La partida hacia el monte Bogda Fen


La partida hacia el monte Bogda Fen .

La madrugada del miércoles 31 de julio de 1985, nos despertó el tronar de las aspas de los AH-64 Apache. El deber nos llamaba y ya no había marcha atrás. Un sudor frío recorría mi espalda, mezcla de ansiedad y temor frente a lo desconocido, pero pronto las chanzas de mis compañeros me sosegaron, apartándome de mis cavilaciones.
El desplazamiento me pareció interminable, pues debimos rodear varias cadenas montañosas, particularmente fascinante fue ver el amanecer sobrevolando el lago Bosten, y más aún al pasar por la depresión de Turfan. A partir de allí, nuestro transporte emprendió un ascenso continuo hasta los más de 19.600 pies, allí el aire se tornó demasiado liviano y los vientos demasiado fuertes, el helicóptero nos dejo en la ladera norte del monte ya que ascender más hubiese sido muy riesgoso.
Provistos de mascarillas, antiparras oscuras, y todo el equipo de alpinismo nos dispusimos a llegar a la base. Luego de varias horas escalando, nos descubrimos perdidos, habíamos equivocado el rumbo, el sistema GPS y la radio habían dejado de funcionar apenas descendimos del helicóptero. El sol hacía un par de horas se había escondido tras las rocosas moles y estábamos ofuscados y exhaustos, levantamos nuestras tiendas de campaña bajo una saliente en la montaña y encendimos un fuego que no duro mucho por el escaso combustible con que contábamos. Comimos comida enlatada y nos dispusimos a descansar.
Uno de nosotros, a quien por razones que ya expliqué lo nombraré como Gabriel para ocultar su verdadero nombre, fue el último en quedarse fuera, tal vez un poco desesperado por la situación. De repente lo vimos entrar como una tromba en la tienda del coronel, gritando desaforado, había divisado en la cerrada oscuridad un resplandor verde fluorescente a unos 100 m hacia el sur, el coronel tomó los binoculares para descubrir lo que aparentemente era una bengala química.
Un poco más relajados decidimos postergar hasta la mañana siguiente el reconocimiento.
Me despertó el aroma del café que tantos meses había añorado, y al abrir mi carpa descubrí un astro rey que encandilaba con un fulgor que nunca había visto.
Luego del reconfortante café, fuimos en busca de lo descubierto la noche anterior.
No fue fácil llegar, a pesar de lo cercano, las paredes escarpadas que tuvimos que sortear nos llevaron bastante tiempo y no menos esfuerzo.
Mas. La recompensa fue grande, pues al llegar descubrimos todo un sistema de poleas y aerosillas, casi un teleférico, pero sin techo y para una persona a la vez, construido por nuestro equipo para la ocasión. Ni que decir que saltábamos de alegría, desde allí fue un placer subir al pico.