miércoles, mayo 05, 2004

El primer viaje (continuación)


El primer viaje (continuación)

El entrenamiento resultó extenuante, nos levantábamos muy temprano: 5 AM, antes del frugal desayuno a base de arroz u otra legumbre parecida a la soja, hervido y sin sal, y té verde de un sabor que no se conoce en occidente, debíamos trotar durante una hora bajo el helado viento y la arena del desierto que, aunque usábamos ropas de abrigo impermeable, pasamontañas, turbantes, antiparras y todo lo que teníamos a mano, para protegernos; igualmente lograba incrustarse en nuestra piel sensibilizada por el frío, generándonos pequeñas heridas cuyo escozor resultaba insoportable por las partículas de sal que eran arrastradas por el viento junto con la arena.
Luego nos dábamos un baño caliente y nos aplicábamos un bálsamo casero a base de aceite de yak (especie de buey tibetano), que nos había dispensado un monje budista en la ciudad de Korla. El yak salvaje, considerado especie amenazada, es un animal robusto, cuyo cuerpo está cubierto por un pelaje castaño casi negro, largo y espeso. El aceite que se obtiene de sus grasas tiene muchos usos en las mesetas y montañas de Asia central, donde el clima es frío y seco.
También su carne fue uno de los majares que consumimos una vez por semana mientras duró el entrenamiento, los demás días la pasábamos a arroz con mantequilla de yak o requesón que se obtiene de la leche del mismo bóvido.
Nuestras mantas de cama estaban hechas también con pelo hilado del mismo animal, muy abrigadas por cierto, más aún que las térmicas que nosotros portábamos.
A las 10 AM después de asear nuestras dependencias y prendas, empezaba la parte teórica del entrenamiento hasta las 04 PM. De allí pasábamos a los distintos simuladores hasta las 07 PM hora de la cena. Luego, la mayoría estudiábamos hasta quedarnos dormidos, algunos jugaban ajedrez o naipes o improvisábamos algún concierto de entrecasa. Eso, si el coronel estaba de buen humor, porque de no ser así, nos tenía cavando trincheras, inservibles, para ningún propósito toda la noche; y quien haya cavado en arena alguna vez, sabe lo fatigosa y molesta que es esta labor, sobretodo con vientos que no bajaban de los 60 Km./h.