martes, junio 08, 2004

El primer paso en el futuro.

Como dije, tomé la iniciativa, no por ser más valiente ni por falta de temor, sino porque dentro mío el terror se había trasformado en furia ante la actitud de nuestro comandante.
Con firmeza en mis órdenes logré devolverles el optimismo a mis compañeros, Uriel y Amabiél me acompañarían en esta cruzada, nos calzamos nuestros trajes idénticos a los que usan los astronautas y cargamos las escasas armas que poseíamos en nuestra cápsula.
La compuerta se abrió frente nuestro y descendimos la escalinata rodeados por la más cerrada oscuridad, pero al punto de posar el primer pie en el misterioso suelo, una potente luz nos cegó durante desesperantes minutos, tiempo necesario para acostumbrar nuestras retinas a tan poderosa luminosidad.
Poco a poco la ceguera se fue desvaneciendo dejando estupefactos nuestros sentidos, la visión que se presentaba ante nosotros, era digna de una obra de arte del cine de ficción.
No estábamos en el exterior sino dentro de un enorme recinto cubierto por una cúpula esférica resplandeciente, sin columna o viga alguna, a la distancia se observaban grandes cuerpos geométricos de todos los tipos conocidos, cubos, esferas, cilindros, conos, pirámides, prismas, heptaedros y un enorme etcétera poliédrico. Todos iguales a la gran semiesfera que nos contenía, de paredes lisas, pulidas a punto de espejo, sin la menor imperfección, lo mismo que el piso.
Superado el sobresalto primigenio, tomé mi analizador de gases confirmando lo auscultado por Hemakatl, el aire era más que bueno, digamos óptimo para ser respirado. El nivel de radiación estaba dentro de niveles tolerables para cualquier ser vivo y la temperatura era más que agradable.
Sin pensarlo, desenganché la escafandra de mi traje dispuesto a confirmar los datos recibidos de los análisis y después de unos segundos de tensión, sonreí con fuerza confirmándoles a mis compañeros que observaban escondidos tras la escotilla; que estaba todo bien.
Intenté gritar un Hola pero mis cuerdas vocales no respondieron al primer intento, cuando, por fin lo logré solo recibí infinitos ecos de mi propia vos, volví a vociferar una y otra vez tratando de escuchar tras cada intento alguna respuesta pero no la hubo.
Decidí volver a la nave para dejar el traje y tomar los metros láser con el fin de medir las dimensiones de la estancia. Uno a uno fuimos ascendiendo lentamente por la escalinata hasta que se apagaron las luminarias cuando alzó su pie de apoyo sobre la escalera el último de mis compañeros, evidentemente éstas, eran comandadas por algún mecanismo automático.
La escena dentro de la nave era caótica, una histeria colectiva se había apoderado de todos, furioso y desesperado busqué el botiquín médico y le ordené a Danielle, después de calmarla con alguna sacudida, que les inyectara algún calmante, sollozando asintió con la cabeza, pero no poseía las fuerzas necesarias para contener a los más desaforados, por lo que les indiqué a Uriel y Amabiél que la ayudaran.
Me libré del traje espacial, me puse ropa cómoda y me calcé mis viejas y queridas tenis, que había podido escabullir veladamente entre mis pertrechos, tomé todo el instrumental que podía necesitar y descendí presurosa y coléricamente las escalinatas dispuesto a encontrar por mi mismo una salida.