Conociendo el territorio.
Mediante el láser fui buscando el punto medio de la semiesfera, en este punto la cúpula se alzaba a 656,17 pies sobre el piso, igual distancia separaba este punto de las paredes, a nivel del piso, en total desde un extremo al otro del círculo que formaba el suelo sumaba 437,45 yardas lo que daba una superficie de 31,05225 acres o 12,57 hectáreas y un volumen de 16,755,161 metros cúbicos.
Lógicamente, aquí dentro no podríamos poner en marcha el proceso de retrocesión en el tiempo, debía encontrar una puerta hacia el exterior, si es que había un exterior.
Comencé a recorrer los pasillos entre las moles lustrosas intentando encontrar algo, no sabía bien qué, un detalle llamativo era la absoluta limpieza en todo el lugar, no encontré el más mínimo rastro de polvo en todo el recorrido, tampoco había marcas, leyendas ni salientes en ninguno de los cuerpos. Al tacto se sentían fríos como si fueran de aluminio aunque no parecían ser de este metal. Los golpeé reiteradas veces con mis nudillos sin lograr arrancarles sonido, aparentaban ser macizos como roca.
Intenté tomar una muestra del material, raspando la superficie con mi cuchillo y solo conseguí una descarga eléctrica de alta frecuencia que terminó con mi humanidad desparramada a dos metros sobre el piso. De mala manera había aprendido que quién había creado estos armatostes los había protegido de eventuales profanadores.
Después de unos minutos llegaba al borde de la semiesfera con más preguntas que respuestas. La pared se sentía igual a todas las de los cuerpos que había tocado anteriormente y parecía tan sólida como todo lo demás. No había rendijas o conductos a la vista por donde ingresara el aire y sin embargo éste se sentía siempre fresco.
Comencé a recorrer el perímetro en busca de alguna puerta, fisura o junta que me delatara la presencia de alguna salida. Eran doce cuadras y media y me tardaría unos veinte minutos dar una vuelta completa y volver al mismo punto.
La solidez de aquel muro lateral comenzó a exasperarme, cómo demontre habíamos quedado encerrados aquí, era una locura, un trago muy difícil de soportar.
Mientras caminaba, fui notando que la luz disminuía en intensidad, lo único que falta pensé; que la fuente de energía que alimenta tan magnífica iluminación se esté agotando. Abstraído en mis especulaciones estaba, cuando comencé a sentir una vibración muy leve en la pared. Ésta se fue acrecentando mientras avanzaba, hasta que detrás de un enorme cubo apareció una mancha rectangular y oscura en la pared. Una puerta, rumié, encontré una puerta y parecía, lo suficientemente grande para que Hemakatl pasara a su través.
Apresuré la marcha, seguro de haber encontrado la salida, mas, otra vez estaba equivocado, lo que vi, no era una puerta era una especie de cuadro viviente, una vertiente acuífera y una cascada artificial entre unas rocas, sobre las rocas crecían una especie de hongos de un color “té con leche” y otros color terracota, pero ninguna rendija que conectara con un exterior.
Con algunos temores por la electrizante experiencia anterior, tome una muestra del líquido y de las otras sustancias, semejantes a los hongos que viven sobre los tocones muertos de los viejos árboles en los bosques. Árboles… bosques… ¿Volvería a verlos otra vez? Me trepé sobe las rocas tratando de descubrir algún resquicio u orificio, pero nada las rocas parecían estar fundidas con la pared lindera.
La luz reinante había disminuido considerablemente, por lo que, me apuré a volver a la nave.
Encontré a mis compañeros mucho más tranquilos, tratando de distraerse mutuamente, contando viejas historias, le encomendé a Gabrielle los análisis de las sustancias que había hallado y me dispuse a darles una reseña de lo explorado.
Obstinados en nuestras incongruentes teorías, nos habíamos trenzado en un fuerte jaleo, razón por la que, no tomamos en cuenta un leve sonido metálico que se iba haciendo más fuerte y que, insensiblemente, nos sobresaltó al estar acompañado por una sacudida de Hemakatl.
De un respingo, todos estábamos chocando nuestras cabezas contra la escotilla, para ver de qué se trataba, pero solo logramos ver un destello azulado y las enormes sombras de unas patas, que dejaban ver su movimiento con cada destello.