domingo, mayo 30, 2004

Apuntes de la peregrinación.

El lunes lo agotamos íntegramente con los dos primeros viajes en los diferentes vehículos, en ellos fuimos bosquejando nuestros mapas.
La travesía a pié comenzó el martes al mediodía, luego de un buen descanso.
Descender del Bogda Fen por su ladera sur hasta Yanhu nos llevaría toda la tarde y necesitaríamos un par de días para recuperarnos, por eso decidimos cambiar el equipo de alpinismo por sendos parapentes y así descender más rápidamente, el riesgo era alto pero, si queríamos estar a tiempo para la misión, no teníamos alternativa. El contraste de las temperaturas heladas de las alturas, y las del desierto, resultó menos abrupto al alcanzar la ciudad de Yanhu al atardecer.
Luego de tomar un frugal refrigerio y desembarazarnos de las ropas térmicas, nos pusimos en marcha para aprovechar la frescura prodigada por las sombras de la noche.
Después de 4 horas de andar con las vías del ferrocarril a nuestra izquierda dejábamos atrás el poblado de Dabancheng y una hora después el de Hougou.
El amanecer nos sorprendió entrando en Baiyanghe. Exhaustos, y con los pies hinchados y doloridos buscamos a nuestro contacto en la ciudad, Ilham Turgun ya nos tenía preparado el desayuno y unos cómodos lechos donde recuperarnos, luego de una refrescante ducha.
Llegar a Turfán, apurando el paso, nos llevaría unas doce horas de traqueteo, por ello le pedimos a nuestro anfitrión que nos despertara y nos tuviera lista la cena para las 18 horas. Desde aquí no volveríamos a cruzar un poblado hasta llegar a destino, a algunos de mis compañeros esto los inquietaba.
Desperté con el sonido de aquel simpático gong en el que había reparado al ingresar en el living de la estancia, y que, ahora, no me resultaba tan simpático.
Tardé varios minutos en movilizar mis entumecidos músculos, luego descubriría que no era el único con el cuerpo molido. Una ducha caliente, unos masajes a cargo de Kitanna no lograron el efecto que yo esperaba, los dolores seguían allí. A pesar de ello la función debía continuar, por ello después de cenar, nos despedimos de esta gente tan gentil y continuamos la travesía.

En la ruta de la seda.

Después de haber desafiado a los demonios de Taklamakan en nuestro entrenamiento y haber salido con vida, estábamos más que preparados para recorrer estos tortuosos 150 km hasta Gaochang en la depresión del Turfan.
Nuestra base se encontraba a los 43º 49’ de latitud Norte y 88º 21’ de longitud Este y debíamos llegar a los 42º 58’ N; 89º 10’ E. Para ello contábamos con el GPS, pero quién nos aseguraba que éste sistema existiera en el futuro, por tal motivo cada uno de nosotros debía dibujar un mapa, a su manera, tomando nota de todos los accidentes geográficos del camino que, a nuestro juicio, pudieran perdurar en el tiempo. El uso de la brújula podría haber sido útil, pero tampoco queríamos arriesgarnos ante la posibilidad -remota sí, pero no inexistente- de un cambio en el equilibrio giroscópico del planeta, en la época del “desembarco”.
Para sortear el calor y los vientos ardientes viajamos de noche como lo hacían las antiguas caravanas de mercaderes. Éstos, se enfrentaban con igual pavor a las leyendas que hablaban de monstruos que a las altas temperaturas, a pesar de esto, solían viajar de noche aunque los espíritus malignos fueran más activos.
Dos largas noches nos tardamos en llegar a Turfán, legendario oasis de la Ruta de la Seda. Esta región es exactamente el centro de Asia, el punto del mundo más alejado del océano. Es sorprendente descubrir que todo este desierto se encuentra por debajo del nivel del mar, es una de las depresiones más profundas del mundo y el lugar más caluroso de China. Sólo superada por la depresión del mar Muerto, en cuanto a profundidad.
Llamada Huozhou, Tierra de Fuego, en la antigüedad; Turfan sería un lugar inhóspito de no ser por los karez, una de las obras de ingeniería más geniales del mundo. Los karez son una red de túneles subterráneos de varios kilómetros de longitud que traen el agua de los cerros cercanos.
Gracias a estos canales construidos hace muchos siglos (algunos fueron construidos hace más de 2000 años); Turfan es un verdadero oasis. Hay cerca 500 y todos juntos suman más de 1.600 kilómetros de túneles, todos excavados con el desnivel justo para llevar el agua de las montañas a los campos. Algunos llegan a medir más de 40 Km.