Las pruebas
La mañana del 3 de agosto se presentaba templada, los vientos habían disminuido en intensidad, los trabajadores locales habían desaparecido, la tripulación completa descendimos al foso para comenzar con los ensayos, cuatro rieles magnéticos de acero fueron montados a lo largo de todo el conducto, para mantener la estabilidad del trasbordador en su ascenso hacia el exterior, detrás de uno de ellos se había instalado un montacargas que nos permitía el ascender y descender, si en la cima del pico faltaba el aire, aquí ni existía, todos debimos echar mano de nuestras máscaras de oxígeno.
La primera fase fue probar durante una hora el “panal de abejas” así le llamábamos a los nichos presurizados que nos servirían de habitáculo protegido para el viaje a través del tiempo, y para que nuestros cuerpos soportasen la aceleración inicial, sin sufrir las consecuencias.
El sistema de animación suspendida era demasiado complicado para explicarlo en unas pocas líneas, pero intentaré resumirlo en pocas palabras, durante el viaje en la atmósfera y el posterior salto en el tiempo, nuestro cuerpo debía soportar cambios bruscos que de no ser por este sistema hubiera resultado imposible tolerar. Nuestros cuerpos eran conectados al ordenador mediante sensores, luego nos sumergíamos en una sustancia gelatinosa, cuya consistencia podía ser variada a voluntad por el ordenador debido a una particularidad que ésta posee de cambiar su consistencia de acuerdo a la carga eléctrica que se le aplique. El receptáculo, además, contaba (y lo digo en pasado porque esto, hoy, no lo usamos más: ya no es necesario) con una cámara intermedia de aire a presión, a grandes rasgos, todo el sistema era un gran amortiguador y nuestro cuerpo el émbolo.
Si esto te resulta difícil de entender, más aún, te parecerá lo que sigue: Durante el salto en el tiempo. Cada átomo de nuestro cuerpo se transforma en fotón, esos fotones tienen que ser contenidos para su posterior reconversión en átomo, o sea, la materia desmaterializada, debe ser reconvertida a su estado primigenio, para ello el “mapa” molecular de nuestros cuerpos, nave, computadora y todo lo que viaje, se debe mantener en algún lugar sin que sea alterado, por lógica ese mapa no puede estar en la nave, es por ello que toda esa información se encuentra en un superordenador atómico fuera de la nave, en un lugar secreto y muy bien resguardado, capaz de soportar el paso de muchos años sin sufrir deterioro, no olvidemos que cuando lleguemos al futuro, 100, 200 o 300 años después del lanzamiento tendrá que seguir funcionando, porque, de no ser así nuestras partículas serían esparcidas por todo el universo, al no haber un sistema que revierta el proceso, desapareceríamos.
No entendiste ni jota, ¿verdad?
Pues, hagamos una burda comparación, suponte que tienes una taza llena de hielo en la nevera, el hielo contenido en la taza tiene una forma. Luego la descongelas y se transforma en agua, la metes otra vez en el congelador y vuelve a transformarse en hielo con la misma forma. Ahora suponte que al descongelarla se rompe la taza, el agua se desparramaría y ya no podrías volver a transformarla en hielo con la misma forma. Algo similar sucedería si la computadora que queda en tierra se rompiese.
Bien, las pruebas de las cápsulas habían sido satisfactorias, ahora faltaba probar el sistema de propulsión.