El AtErRiZaJe…
Uriel fue el primero en ser reanimado por el ordenador y el que ayudó a los demás.
¿Lo habíamos logrado…?
Por lo menos seguíamos con vida, y eso ya era un triunfo. Pero ¿estaríamos en el futuro…?
La ansiedad nos encontró a todos desnudos frente al panel de control, era más fuerte la curiosidad que nuestros pudores o vergüenzas.
Y de pronto, la sangre helada en nuestras venas, la falta de aliento en nuestros pulmones, el gusto a acero en nuestras gargantas, los bellos crispados en todo el cuerpo, las luces rojas en el tablero…
Las luces rojas en el tablero, sí, luces rojas, decenas, cientos, miles de luces rojas. Carteles de error, Error… ERROR… y Reset me.
Nada en la nave estaba funcionando, y aún así estábamos con vida, todo nos hacía pensar que aún estábamos en nuestro tiempo, dentro del túnel, sin haber podido ni siquiera despegar.
Pero ninguno nos atrevíamos a limpiar la empañada escotilla para mirar fuera.
Uno a uno fuimos entrando en la cámara contigua para ponernos nuestra ropa, un silencio sepulcral invadía la nave y nadie esbozó palabra alguna. Lenta, pero muy lentamente, nos fuimos vistiendo, el entusiasmo inicial se había transformado en profunda desesperanza.
Empecé a respirar profundo dándome ánimo y coraje, los demás me fueron imitando. La única manera de saber donde estábamos era mirar a través de esa escotilla y en pos de ello me encaminé.
Limpia la escotilla, me dispuse a mirar a través de ella pero me sorprendió la más profunda oscuridad, y solo oscuridad. Supuse que el túnel habría sido cubierto para esconderlo de los veedores y de allí la oscuridad, pero todo era conjetura, debíamos reiniciar el ordenador.
Lenta y dubitativamente el dedo índice de Amabiél se fue acercando a la tecla Reiniciar, El ordenador después de algunos minutos comenzó a tirar código en su pantalla mientras el contador de años se volvía loco en una desenfrenada carrera hacia delante, 2100… 2500… 3000… 4000… 10000…las unidades, decenas y centenas no se alcanzaban a ver por la velocidad; y continuaba 50000… 100000… y así siguió hasta agotar los dígitos, quedando en 8888888 y luego de unos segundos volvía a aparecer el cartel de ERROR.
Todos, y cada uno de nosotros estaba hipnotizado viendo los números pasar en el contador, sin llegar a comprender. Uriel nos sacó de ese estado al encender la radio e intentar comunicarse con el exterior.
Luego de muchos intentos en vano, sus fuerzas lo abandonaron y se dejó caer, abatido, sobre la consola.
Gabriel trató de consolarlo, mientras yo, por mi parte, encendía las luces exteriores de la nave. No, definitivamente no estábamos en el túnel y sí habíamos despegado, ya que el motor cohete ya no era parte de la nave, lo que significaba que solo contábamos con el motor secundario, faltaba verificar el nivel de combustible y éste estaba a un 92 por ciento, lo que, en teoría, venía a significar que no podríamos estar muy lejos del punto de despegue. Pero ¿En qué punto del tiempo estábamos…?
La observación del exterior solo mostraba un suelo plateado, brillante, espejado sería el término; y nada más. A pesar de los potentes reflectores no se veía otra cosa.
El radar mostró, varios cuerpos geométricos perfectos totalmente en reposo durante unos segundos, más allá de nuestro alcance visual, pero luego dejó de funcionar por una interferencia que Dios sabe de donde venía.
La temperatura exterior era de 22º C y el aire compuesto por: Nitrógeno 78 %, Oxígeno 21 % y el 1% de otros gases conocidos, ninguno peligroso para nuestra salud y perfectamente respirable.
El GPS no mostraba absolutamente nada, el visor nocturno no reflejaba signo alguno de actividad exterior, solo, observando bien y con mucha imaginación, lográbamos armar en nuestras retinas esas misteriosas figuras geométricas. El visor de infrarrojos solo mostraba nuestro propio calor, ninguna señal de vida en varios kilómetros.
Como dije antes, el silencio era tan grande que lastimaba, Oriphiel, nuestro oficial técnico intentaba la comunicación con la computadora terrestre para saber sobre lo ocurrido, pero no se establecía enlace alguno. Decidió entonces revisar la bitácora de Hemakatl y descubrió, luego de traducir toneladas de código; que el error había sido causado por un gran pulso electromagnético a mediados del siglo 21. Y claro, nuestro ordenador no estaba protegido, como lo están hoy día, los ordenadores militares y de defensa, para soportar un pulso electromagnético.
Pero luego de eso, nada, el computador simplemente “se colgó” junto con el sistema auxiliar y todo lo demás era código erróneo.
Por lo pronto lo único que sabíamos, es que no sabíamos nada. Ni donde estábamos, ni en que año, ni si podríamos sobrevivir en este lugar, y no se registraba muestra de actividad en los alrededores del lugar de descenso, por lo que dudábamos que existiera vida en este espacio-tiempo.